sábado, 24 de abril de 2010

La melancolía es una palabra de madera

Desde Madrid me ha llegado un libro vivo. Lleno de amor y de rabia. Repleto de angustia y de soberbia. Cargado de irreverencia. Transido de una nostalgia subterránea para la que hay ser muy humano para asimilarla. Por eso es un libro vivo, respingón, indómito, coceante. Un libro borboritante de poesía. Un libro, en fin, doloroso de no sentir más que dolores y por donde transitan fantasmas que saben donde aliviar las piernas.
Bagazo, esa palabra que sugiere residuo de dulzura porque dejó su miel entre las muelas duras, no de una central azucarera, sino de una vida que tritura, es el título del libro.
Y no podía ser otro. Bagazo (poemas iberos). Versos del desarraigo pero sin poses plañideras ni convites al sacrificio. Versos humanos pero sin los afeites que despojan de humanidad muchas caretas celebres.
Corozos de la memoria deambulan por estos poemas que Santiago Méndez Alpízar acuña con el desenfado de los que nacieron para destronar cánones e instaurar una poética desde la sensibilidad sin cortapisas. En ellos se habla desde el léxico de las calles cubanas y desde léxico de academia, fundidos como en un revolcón de bronca de barrio, sin mojigaterías ni falsos pudores, sin pretensiones de explicar qué es lo cubano de este tiempo y no una cubanidad transplantada desde quién sabe cuáles antañidades, sino de plasmar los cubano desde sí mismo.
Santiago Méndez Alpízar, Chago, como lo conocemos sus amigos, tiene una peculiar manera de entender la poesía—pero la entiende, coño, la entiende, la descubre, la seduce, se la tiempla; no como otros que con simplemente atisbarla, rozarla ya se creer sus poseedores—y desde esa peculiaridad es que entabla su forcejeo entre la imagen y su modo de expresión . No va a viejos esquemas para repetirse en ellos, sino que los exprime, los maja, los descontruye y salta de esa audacia el verso restallante, desacostumbrado, con sonoridad difícil y significado polisemico que nos brinda.
Bagazo es el resultado de una travesía expuesta sin remilgos porque Chago sabe que cuando regrese—y no piensen en el regreso pendejo sino en el trascendente—no encontrará las puertas pintadas y que hay un final sabido desde el primer día. ¡Salve, Chago, la poseía siga siendo contigo!

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