martes, 4 de mayo de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Adelante, cardenal, que Dios está con nosotros.

Si alguna institución es sabia en trácalas de conspiraciones, convenios y transacciones, esa es la iglesia católica.
Desde la Edad Media, cuando formaba parte—decisiva, diría yo—del Estado, la iglesia ha sabido maniobrar sutil y rentablemente.
Muchas veces fue, sin dar el rostro, responsable del encumbramiento de un príncipe ilegítimo o de la llegada a la hoguera de un sabio. Pero siempre con engrasados métodos conspirativos.
Y ello me conduce a buscarle la tercera pata al avestruz de esta supuesta victoria que obtuvieron Las Damas de Blanco de Cuba, con la mediación del cardenal Jaime Ortega Alamino, y que el domingo se esparció por los medios de prensa.
Es cierto que la puja entre las mujeres de los gladiolos y el gobierno se vislumbraba como insoluble, como lo es hasta el momento la lidia entre Guillermo Fariñas y el régimen cubano, y que la salida de tal embrollo, en el caso de las Damas, ha llegado por la angosta, umbría y resbaladiza serventía de la iglesia.
Indudablemente las Damas de Blanco son mujeres de fe. Durante siete años han asistido a la parroquia de Santa Rita de Casia y con ello han involucrado, de manera indirecta, a la institución religiosa cuya jerarquía había, hasta ahora, mantenido una prudente distancia.
Sin embargo, y como un acto de prestidigitación limpiamente ejecutado por un ilusionista entrenado, la iglesia, de repente, intercede por las Damas de Blanco en un momento en que la radicalidad del contencioso había alcanzado su máximo grado, y logra que la parte, supuestamente más poderosa, ceda, y le conceda a la jerarquía católica cubana el laurel de la solución, en vez de haberlo hecho directamente con las líderes de la agrupación femenina.
Sospechoso, cuando menos se me torna. El mismo oficial que cada domingo de represión les explicaba que no podían marchar y luego daba la orden de ataque a las turbas, podía haberles anunciado a las manifestantes que tenían una tregua, al menos por el mes de mayo. Pero no. Había que usar una institución reconocida por el régimen. Primero para no reconocer a las Damas de Blanco y, por supuesto disminuirlas a la categoría de terceronas cuando en realidad son las protagonistas que no se quieren tener en cuenta. Pura técnica totalitarista del ninguneo cuando algo o alguien le molesta seriamente y no puede descalificar de otro modo. Segundo para otorgarle el favor a la iglesia de anotarse el tanto ya que el mundo se estaba preguntando por el papel de la institución. Favor, que por supuesto, se ha pagado de antemano porque la iglesia se prestó para tal rejuego.
Por tanto miraré con cautela el devenir. Falta resolver el asunto Fariñas y habría que ver si la iglesia intercede por la libertad de los presos políticos para conseguir que el huelguista deponga su postura. Si presuntamente consiguió que las Damas de Blanco marchen sin ser acosadas, debe conseguir ahora que liberen a los presos enfermos para salvar la vida de Fariñas. Adelante, cardenal, que Dios está con nosotros.

sábado, 1 de mayo de 2010

martes, 27 de abril de 2010

Entren que caben tres

The Importance of Being Earnest
La importancia de ser serio
La importancia de llamarse Ernesto
La importancia de ser Severo
La importancia de ser Frank
La importancia de llamarse Honesto
La importancia de ser noble

El embrollo se arma por la existencia de palabras homófonas; es decir, la existencia de vocablos con sonoridad idéntica fonéticamente, aunque, en algunos casos, diferentes grafológicamente, earnest que significa serio traducido del inglés al español y Ernest, obvio, Ernesto.
La importancia de llamarse Ernesto, cuyo título original en inglés es The Importance of Being Earnest, es una obra de Oscar Wilde escrita en 1895.
Clasificada como comedia, ubicada en la Inglaterra victoriana, trata sobre las costumbres y la seriedad de la sociedad y su trama se desarrolla alrededor del protagonista Jack y su ficticio hermano Ernest.
En inglés, el autor usa este título para dotarlo de un doble sentido, ya que el nombre Ernest y la palabra earnest, suenan igual, pero al ser traducido esta intención se pierde.
Asi las cosas, en varias versiones de The Importance of Being Earnest nos encontramos que intentando conservar el doble sentido inicial, Alfonso Reyes la traduce como La importancia de ser Severo, para jugar con el Severo sustantivo y el severo adjetivo.
En la versión catalana, el título es La importància de ser Frank, en catalán franc, para tantear la ambiguedad de Franco, nombre y franco, calificativo, que significa honesto, y si continuamos por esta vía, la obra de Wilde podría entenderse en español como La importancia de llamarse Honesto pues es este un nombre derivado del latín, está emparentado con el de Honorato y cuya traducción sería noble.
Pero, ármese el embrollo que se arme, lo cierto es que la obra aborda la necesidad humana de ser sencillamente lo que se es, no desdoblarse. Ser Jack en todas partes, aunque en otros lugares nos plazca o nos convenga ser Ernesto, porque al final, somos lo que somos.

lunes, 26 de abril de 2010

Todos a una

No hay mayor discriminación en la Cuba actual que la política.
Ser blanco, amarillo, negro, cobrizo o híbrido de cualquier matiz no resulta tan estigmático como tener ideas contrarias al régimen imperante en esa arruinada nación.
Si hace décadas atrás se decía que en Cuba lo único que no se podía ser era pesao, hoy lo único que no permiten es ser políticamente diferente.
Ladrón, pero revolucionario. Está bien. El régimen obliga, de algún modo, a que todo el mundo robe, sin que ello constituya un conflicto moral. Justa compensación podría llamarse en antiguos códigos penales.
Jinetera, pero revolucionaria. Está bien. El régimen obliga a que, corporal o espiritualmente, todos se prostituyan. Y en fin, es un oficio antiguo, divertido y rentable, que hasta sindicato tiene en algunos países.
Cínico, pero revolucionario. Está bien. El régimen obliga, en algún sentido, a que todos mientan. El plato de lentejas es una vieja arma.
Holgazán, pero revolucionario. Está bien. El régimen impide toda gestión y responsabilidad individual. Y donde nada es de nadie, todo es del gobierno y donde todo es del gobierno nadie trabaja.
Si no quieren ser revolucionarios, sean lo que puedan, finjan, cállense, luchen, resuelvan, hasta que puedan largarse. Y cuando estén allá, no importa dónde sea ese allá ni el modo en que hayan llegado, mantengan la boca cerrada o no obtendrán permiso para visitar el paraíso que dejaron atrás. Todo bajo control.
Ah, pero eso sí, si a cualquiera de estos honrosísimos modelos sociales les falta el calificativo de revolucionario, el país con más cárceles y presos per cápita del mundo, está dispuesto a sanear la sociedad de toda lacra que impida la consecución de los altos ideales del socialismo, y entonces, aunque esas actitudes humanas hayan sido generadas por el propio sistema, no son atenuantes para que sus portadores terminen en un calabozo. Y más refinado aún. La causa de su encarcelamiento nunca será por ausencia del calificativo revolucionario, sino por ladrón, vago, prostituta simplemente. Lo que es útil también para cuando un disidente, opositor, activista de derechos humanos, periodista independiente, bloguero, cruza la indefinida línea de lo tolerado, se le pueda endilgar alguno de estos cargos. Que las organizaciones internacionales de derechos humanos molestan mucho cuando la causa es de conciencia, y no hay por qué darle pábulo a esos vendidos al imperio para que difamen de una revolución que tanto ha hecho por alcanzar un paradigma de hombre nuevo.
Así las cosas, las más de doscientas cárceles cubanas y los más de cuatrocientos mil presos, son un mecanismo de higiene social. No hay prisioneros políticos en Cuba. En la isla sólo hay delincuentes y revolucionarios.
Dentro de ese estrecho marco de categorías mantiene el régimen cubano su sistema de igualdades y posibilidades sociales. No hay distingos por razones étnicas , económicas, académicas, culturales, religiosas. El maniqueísmo social es tan absolutista como el político. O se es revolucionario o se es delincuente, y quizás, por conveniencia de ambas parte bajo un convenio tácito, se puede conseguir el estatus de la inexistencia.
Frente a ello desafiar al sistema por sectores es cuando menos poco efectivo. El desafío ha de ser heterogéneo por su integración y homogéneo para su fin. Ante lo monolítico lo fragmentario es un error. El monolito divide e impera.
Si las Damas de Blanco sólo abogan por la libertad de los presos de conciencia de la Primavera Negra, si los blogueros sólo batallan por el libre acceso a internet, si el Comité Ciudadanos por la Integración Racial sólo lucha por los derechos civiles de los afrodecendientes, si FLAMUR sólo pretende que en la isla circule una sola moneda, si la Corriente Agramontistas de Abogados Independientes sólo emplea su prosapia para proponer legislaciones luego de conseguido el estado de derecho, si el Movimiento Cristiano Liberación sólo sigue acumulando firmas para el Proyecto Varela, si la Iglesia Católica sólo pide más espacio en los medios de comunicación para su labor de evangelización, y cada cual va a lo suyo, jamás se logrará un frente común que presione al régimen parar que lo tome en cuenta. El régimen seguirá aplastando por sectores y los distintos sectores seguirán quejándose de diferentes discriminaciones cuando la discriminación es una sola, la de una nomenclatura obsoleta que niega a toda la sociedad la posibilidad de integrarse a un mundo nuevo donde puedan dirimirse civilizadamente todas las diferencias.

domingo, 25 de abril de 2010

Cuando no queda más

La sociedad civil cubana ha sacado de quicio al gobierno castrista. Lo tiene acorralado. Lo ha obligado a mostrar su esencia violenta y represiva.
El gobierno quizás crea tener el control pero lanza golpes a ciegas y mientras aporrea, insulta, encierra, en vez de doblegar, más resistencia y gallardía genera en la sociedad civil. Es la oposición quien está a la ofensiva.
Las expectativas de un Raúl Castro pragmático, aperturista se han volatilizado. Eso fue un sueño de teóricos, de gentes de buena fe. El pueblo lo sabía de antemano. No se dio tregua para soñar. El monstruo de las precariedades estaba despierto. Los ramos de olivo se marchitaron a la vista de todos. Los anuncios de cambios estructurales fueron cantos de sirenas. La supuesta flexibilidad ha devenido recrudecimiento del legado de su antecesor.
Una somera inspección por su período de gobierno es una friolera de negaciones a todo lo esperado. El gobierno de Barack Obama extendió la alfombra y dio los primeros pasos. El gobierno cubano volvió a arrollar la alfombra y reculó hasta las más viejas trincheras. España quiso apostar por el relevo y sus elegidos carenaron en la oscuridad de la defenestración. La Unión Europea intentó dialogar y descubrió que sus palabras chocaban con la sordera heredada por el nuevo gobernante.
¿Qué hacer? Entre explosión social y tanques en las calles podría dirimirse la encrucijada. Un gobierno, establecido hace 51 años por medio de la violencia, y sostenido durante medio siglo por la violencia, tiene como credo sólo la violencia. Frente a los intentos de acercamiento de James Carter, quien estableció las Oficinas de Intereses de ambos países en La Habana y Washington, permitió las visitas de la comunidad cubana a la isla, ayudó a Cuba y México a negociar sus fronteras marítimas, recibió a cambio el masivo éxodo de Mariel.
Bill Clinton, quien en su política de mejoramiento de la relaciones, se negaba a firmar la Ley Helms Burton y propició como nunca antes el intercambio académico y cultural, tuvo en pago el derribamiento de dos avionetas civiles de Hermanos al Rescate y la Crisis de los Balseros.
Barack Obama, quien propuso una línea de diplomacia directa con amigos y enemigos, además del calificativo de cínico endilgado por el Reflexionante en Jefe, ya lleva la desvergonzada propuesta de intercambiar opositores pacíficos encarcelados en Cuba por espías cubanos encarcelados en Estados Unidos y la detención en La Habana de un ciudadanos estadounidense, al que todavía no le han brindado acceso consular, y por el que habrá que esperar una propuesta más desvergonzada aún.
La espiral de represión desatada en el último año, podría decirse que también responde a la intentona de acercamiento de la administración de Barack Obama, pero sería un análisis parcial, aunque no desacertado. Es cierto que el gobierno cubano no quiere negociar con la Casa Blanca porque eso, a mediano plazo, sería el inicio de su remodelación, pero lo verdaderamente cierto es que el gobierno cubano con quien no está dispuesto a negociar es con el pueblo cubano porque eso sería su pérdida definitiva. Y es frente a ello que reprime, aterroriza, escarmienta. No tiene otra alternativa. Cárcel contra los opositores. Turbas contra las Damas de Blanco. Golpes e insultos contra los blogueros. Muros contra las ideas y la convivencia. Hambre, desaliño, desmoralización, emigración contra la sociedad en general. Eso es insostenible cuando no queda más.

sábado, 24 de abril de 2010

La melancolía es una palabra de madera

Desde Madrid me ha llegado un libro vivo. Lleno de amor y de rabia. Repleto de angustia y de soberbia. Cargado de irreverencia. Transido de una nostalgia subterránea para la que hay ser muy humano para asimilarla. Por eso es un libro vivo, respingón, indómito, coceante. Un libro borboritante de poesía. Un libro, en fin, doloroso de no sentir más que dolores y por donde transitan fantasmas que saben donde aliviar las piernas.
Bagazo, esa palabra que sugiere residuo de dulzura porque dejó su miel entre las muelas duras, no de una central azucarera, sino de una vida que tritura, es el título del libro.
Y no podía ser otro. Bagazo (poemas iberos). Versos del desarraigo pero sin poses plañideras ni convites al sacrificio. Versos humanos pero sin los afeites que despojan de humanidad muchas caretas celebres.
Corozos de la memoria deambulan por estos poemas que Santiago Méndez Alpízar acuña con el desenfado de los que nacieron para destronar cánones e instaurar una poética desde la sensibilidad sin cortapisas. En ellos se habla desde el léxico de las calles cubanas y desde léxico de academia, fundidos como en un revolcón de bronca de barrio, sin mojigaterías ni falsos pudores, sin pretensiones de explicar qué es lo cubano de este tiempo y no una cubanidad transplantada desde quién sabe cuáles antañidades, sino de plasmar los cubano desde sí mismo.
Santiago Méndez Alpízar, Chago, como lo conocemos sus amigos, tiene una peculiar manera de entender la poesía—pero la entiende, coño, la entiende, la descubre, la seduce, se la tiempla; no como otros que con simplemente atisbarla, rozarla ya se creer sus poseedores—y desde esa peculiaridad es que entabla su forcejeo entre la imagen y su modo de expresión . No va a viejos esquemas para repetirse en ellos, sino que los exprime, los maja, los descontruye y salta de esa audacia el verso restallante, desacostumbrado, con sonoridad difícil y significado polisemico que nos brinda.
Bagazo es el resultado de una travesía expuesta sin remilgos porque Chago sabe que cuando regrese—y no piensen en el regreso pendejo sino en el trascendente—no encontrará las puertas pintadas y que hay un final sabido desde el primer día. ¡Salve, Chago, la poseía siga siendo contigo!

viernes, 23 de abril de 2010

Urnas, luego presidentes

Ser presidente ha de ser un embrollo gordísimo. No lo imagino siquiera. Como no lo he pretendido, ni lo pretendo, se me torna un tanto inextricable el camino de esos seres signados para semejante proeza. En mi visión, a no dudarlo idílica, imagino que capacidad, información, valentía, sagacidad, lucidez, probidad, justeza, altruismo, simpatía han de ser los atributos más visibles de quien quiera presidir. Y eso es un fardo muy pesado para los seres comunes e imperfectos que, en la mayoría, somos.
Sin embargo, la necesidad de un titular para ejercer el poder administrativo de cualquier país, en el cual los ciudadanos tengan la posibilidad de elegirlo, es imprescindible. Y, precisamente, el poder que otorga tal jerarquía puede deslumbrar y desbordar de aspiraciones a cualquiera, pero no todos debemos cometer la necedad de pretenderlo, porque también implica una carga de responsabilidad, eficiencia y transparencia en su ejercicio que requiere de cierta excepcionalidad.
La presidenciabilidad, a mi juicio, estriba en ese cúmulo de cualidades que hacen del titular elegido un verdadero servidor de la sociedad y no un déspota engreído capaz de traicionar la confianza que ha sido depositada en él. No es a tiranizar que va un presidente elegido al poder. No es a dilapidar los fondos públicos, a enriquecerse con ellos; es a promover gestiones económicas eficaces que redunden en el desarrollo económico y social de la nación. No es a eternizarse en el poder a lo que va un presidente elegido para ejercerlo por un período determinado de gobernación, es a garantizar la continuidad de la democracia con su actitud digna frente a la transferencia de poder a su sucesor. No es a abolir la alternancia y la transferenciabilidad del poder a lo que va un elegido a la presidencia. No es a eliminar o entorpecer el ejercicio de los otros poderes del Estado a lo que va. No a establecer el nepotismo o las exclusiones. Va simplemente a cumplir con un deber ciudadano para el cual ha sido elegido por el resto de la ciudadanía, a servirla. Y no creo que todos tengamos esa capacidad de entrega, y hasta de sacrificio, si se me admite el término.
Siendo así, y aquí es donde el cerdo tuerce la cola, no veo la razón para estar preocupado por si alguien es presidenciable o no. A mi modo de ver, ya lo dije, un tanto romántico, lo verdaderamente importante es la posibilidad de elegir. Cuando el ciudadano puede elegir, el Presidente, bueno, regular o malo, es presidente mientras el ciudadano lo desea y lo permite. En el caso cubano --motivo de mi reflexión-- lo trascendente no se encuentra en la cantidad de personalidades que puedan ser presidenciables, que mientras más y diferentes mejor, sino en la necesidad, urgente, de darle a la ciudadanía la posibilidad de elegir entre una gran multitud de personalidades presidenciables que se han ido acumulando a lo largo de 53 años sin esa posibilidad.
La tarea, impostergable, de todos los presidenciables junto a todos los cubanos comunes, entre los cuales me cuento, es conseguir la posibilidad de elegir en Cuba. Mientras no podamos elegir, toda presidenciabilidad no es otra cosa que onanismo político o quimera nostálgica y añorada. La presidenciabilidad se materializa únicamente en la competitividad política frente a las urnas. Entonces hay que conseguir primero las urnas porque hombres capaces, informados, valientes, sagaces, lúcidos, probos, justos, altruistas, simpáticos, sobran en Cuba y el exilio.

jueves, 22 de abril de 2010

Otro símbolo para la nostalgia

Viven muy felices,
no digo yo...
Los que repiten la lección como aprendices,
los que no buscan más allá de sus narices
viven muy felices

Lo peor no es morirse, sino, no morirse a tiempo. Los amados de los dioses mueren temprano, aseguraban los griegos. A fin de cuentas todos nos morimos como hemos vivido. Lo que dejamos, si es que acaso dejamos algo, material o espiritual, sólo es herencia para la nostalgia.
La vida es real, como una piedra, y se esculpe hasta la belleza o el desastre. El pasado es ceniza. Al pasado sólo se va cuando queremos revolver y utilizar sus restos para un presente que ya está siendo pasado y será también cenizas.
El ser humano que se fue es eso: lo ido, lo que vivió, la manera en que usó la vida, y para qué. Sustancia inerme para ser evocada y hasta utilizada, según quien apele a ella.
El que se fue no puede, aunque se lo haya propuesto en vida, regentear a aquellos que viven de otro modo, en otro tiempo y que también pretenden dejar la muesca de su paso por la vida, a lo sumo puede servir de instrumento para que otro se erija sobre él, ejercer una influencia rentable para quien la busque.
Silvio Rodríguez es ese pasado, sólo que aún tiene ansias, quién sabe si es que no era tan amado por los dioses como algunos creímos alguna vez, pero este tiempo es otro, son otras las intenciones/ y son otras la palabras/ en la frente y en la lengua/ de la juventud temprana.
En el momento en que fue convocado respondió a los heraldos que moriría como había vivido. Creyó que se le convocaba para darle un sitial. Erró. El tenía ya el sitial. Y era alto, y lo admirábamos. Por eso se le convocaba. No confió. Tenía miedo de perderlo, cuando bien valía la pena, se podía, quizás, alcanzar otro más alto, los seguidores se contaban entonces por centenares de miles.
Pero no dio el salto. Explicó que se le convocaba a tanta mierda. El tiempo pasó, implacable, aplastante. El tenía razón, no sabía lo que era el destino. Nadie lo sabe. Layo creyó saberlo. Se lo vaticinó el Oráculo de Delfos. Quiso torcerlo y murió asesinado por Edipo. Y eso sí lo sabía Silvio. Quizás por ello ande ahora ciego y errante por una Coloma arruinada. Convocarlo es tardío. Ya para sus seguidores también el tiempo pasó implacable, aplastante. No llegan a mil. Sumarlo sí. Tiene una obra valiosa, ya símbolo de una nostalgia sustituta de la más vieja aún.

Abrazos de regreso

Cuando regrese a Cuba, si es que –como les ha ocurrido a muchos buenos luchadores cubanos —no he muerto antes, no será a Silvio Rodríguez a quien abrace.
Le llevaré un primer abrazo a Héctor Maseda, liberal coherente y de cepa que en medio del juicio en el que un fiscal solicitaba para él 20 años de prisión, mientras el supuesto jefe de los liberales en Cuba flaqueaba, dijo con voz serena que él había sido liberal, era liberal y moriría liberal, y luego de siete años de cárcel ha mantenido su palabra.
Le llevaré un abrazo a Próspero Gainza Agüero, un guajiro recio y auténtico que ahora mismo cumple 25 años de cárcel y que será un buen ejemplo para las batallas nuevas que habrán de librarse entonces.
Le llevaré un abrazo a Juan Carlos Herrera Acosta, un periodista independiente que extingue una condena de 20 años por serlo bajo la ruda mordaza de los Castro y lo será ante atropellos, manipulaciones, falsos encumbramientos, corrupciones y clientelas futuras, y entonces no se podrá ponerlo preso.
Le llevaré un abrazo a Regis Iglesia, un poeta sin ínfulas ni poses de dómine que, desde la cárcel misma ha arrancado a la palabra y a la belleza sus más altos registros y de quien no se puede decir que rima mal pero lucha bien, porque ha hecho las dos cosas con excelsitud.
Le llevaré un abrazo a Adolfo Fernández Saínz, exquisito ser humanos, pensador sereno y lucido periodista que ni en la brutalidad de la cárcel ha perdido su compostura, lealtad a su familia y amor a su país.
Le llevaré un abrazo a Ángel Moya Acosta y a Normando Hernández, a Antonio Díaz Sánchez y a Oscar Elías Biscet. Le llevaré un abrazo a Pedro Argüelles Morán y a Pablo Pacheco, a Librado Linares y a Blas Giraldo Reyes. Le llevaré un abrazo a cada uno de los 75, y luego que todos juntos vayamos a darle un abrazo simbólico a Miguel Valdés Tamayo y a Orlando Zapata Tamayo en sus tumbas, mi otro abrazo sería para cada una de las Damas de Blanco.
Le llevaré un abrazo a cada opositor honrado que haya batallado contra lo que Silvio Rodríguez ha defendido y representa, le llevaré un abrazo al pueblo cubano que para entonces no escuchará al viejo trovador sino que abarrotará los espacios donde Gorkí Águila y Los Aldeanos y otros grupos hoy sin escenarios ni pasaportes sean los que eleven la nueva canción.
A Silvio Rodríguez no lo abrasaré, pero tampoco lo abrazaré, a lo sumo, escucharé algunas de sus canciones que son joyas de la lírica trovadoresca cubana, pero no gastaré mi tiempo en abrazar a quienes no supieron a tiempo abrazar las necesidades y los ideales de su pueblo. Que vivan, traten de ser felices, pero sin mi abrazo.