Cuando regrese a Cuba, si es que –como les ha ocurrido a muchos buenos luchadores cubanos —no he muerto antes, no será a Silvio Rodríguez a quien abrace.
Le llevaré un primer abrazo a Héctor Maseda, liberal coherente y de cepa que en medio del juicio en el que un fiscal solicitaba para él 20 años de prisión, mientras el supuesto jefe de los liberales en Cuba flaqueaba, dijo con voz serena que él había sido liberal, era liberal y moriría liberal, y luego de siete años de cárcel ha mantenido su palabra.
Le llevaré un abrazo a Próspero Gainza Agüero, un guajiro recio y auténtico que ahora mismo cumple 25 años de cárcel y que será un buen ejemplo para las batallas nuevas que habrán de librarse entonces.
Le llevaré un abrazo a Juan Carlos Herrera Acosta, un periodista independiente que extingue una condena de 20 años por serlo bajo la ruda mordaza de los Castro y lo será ante atropellos, manipulaciones, falsos encumbramientos, corrupciones y clientelas futuras, y entonces no se podrá ponerlo preso.
Le llevaré un abrazo a Regis Iglesia, un poeta sin ínfulas ni poses de dómine que, desde la cárcel misma ha arrancado a la palabra y a la belleza sus más altos registros y de quien no se puede decir que rima mal pero lucha bien, porque ha hecho las dos cosas con excelsitud.
Le llevaré un abrazo a Adolfo Fernández Saínz, exquisito ser humanos, pensador sereno y lucido periodista que ni en la brutalidad de la cárcel ha perdido su compostura, lealtad a su familia y amor a su país.
Le llevaré un abrazo a Ángel Moya Acosta y a Normando Hernández, a Antonio Díaz Sánchez y a Oscar Elías Biscet. Le llevaré un abrazo a Pedro Argüelles Morán y a Pablo Pacheco, a Librado Linares y a Blas Giraldo Reyes. Le llevaré un abrazo a cada uno de los 75, y luego que todos juntos vayamos a darle un abrazo simbólico a Miguel Valdés Tamayo y a Orlando Zapata Tamayo en sus tumbas, mi otro abrazo sería para cada una de las Damas de Blanco.
Le llevaré un abrazo a cada opositor honrado que haya batallado contra lo que Silvio Rodríguez ha defendido y representa, le llevaré un abrazo al pueblo cubano que para entonces no escuchará al viejo trovador sino que abarrotará los espacios donde Gorkí Águila y Los Aldeanos y otros grupos hoy sin escenarios ni pasaportes sean los que eleven la nueva canción.
A Silvio Rodríguez no lo abrasaré, pero tampoco lo abrazaré, a lo sumo, escucharé algunas de sus canciones que son joyas de la lírica trovadoresca cubana, pero no gastaré mi tiempo en abrazar a quienes no supieron a tiempo abrazar las necesidades y los ideales de su pueblo. Que vivan, traten de ser felices, pero sin mi abrazo.
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